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La experiencia acumulada a lo largo de los bastantes años que uno lleva en masonería acerca de lo que las profanas y profanos buscan cuando se acercan a nuestra puerta, me ha llevado a clasificarlos en varios grupos en función de aquello que les mueve a efectuar su aproximación a este raro y especial club.

De una parte están quienes únicamente se acercan movidos por la curiosidad, no exenta de un cierto morbo, por ver cara a cara a una o un francmasón. Quienes se encuadran en este grupo prácticamente no tiene preguntas que hacer, a lo suma buscan enzarzarse en discusiones inútiles con quienes se ha ofrecido a ilustrarles sobre lo que es la masonería más allá de los tópicos al uso, que pueden encontrar, que se les puede pedir, a quienes se considera aptos (algo que no deja de ser una cuestión absoluta y totalmente subjetiva y que no es homogénea), en fin un repaso general de aquello que se entiende debe conocer una o un profana o profano antes dar el paso definitivo de llamar a la puerta.

Otro grupo es el de quienes, lisa y llanamente, y en base a la abundante literatura escrita por no masones y propalada por los medios o, ahora también, las redes sociales o por algún caso de masón conocido se acercan a nuestra puerta convencidos de que es el mejor lugar del mundo para hacer negocios o medrar en la sociedad. algo así como el palco VIP de un equipo de fútbol pero en discreto.

Un tercer grupo lo componen personas a las que mueve una suerte de atracción por el misterio, el esoterismo en su peor y más depauperada acepción, la magia y los «grandes secretos de la humanidad».

No faltan quienes se creen que se adscriben a una suerte de ateneo intelectual en el que poder dar rienda suelta a su interés por cuestiones de tipo social o político confundiendo, olvidando mejor la cuestión primordial de la masonería, el hecho de que se trata de una sociedad iniciática con todo lo que eso lleva detrás.

También están, como no, quienes simplemente buscan un lugar desde el que trabajar para la consecución de una sociedad mejor sin saber que lo primero es mejorar uno mismo. Buscan el conocimiento sin saber que el principal es el de uno mismo, lo aprenderán.

Serán estos últimos quienes tendrán el mejor acomodo en nuestras columnas, comprenderán más o menos rápidamente qué es realmente la masonería y sabrán como aplicar el método masónico a aquello que es su meta. Se convertirán en piedras sillares de nuestro edificio y al final serán quienes den lustre a nuestra Institución y consigan hacer realidad una parte del pensamiento que les llevó a entrar en masonería, conseguir una sociedad más libre justa y fraterna porque habrán conseguido labrar su piedra bruta y trasladar a su entorno ese trabajo y mejoramiento personal.

Realmente serán estos los únicos que con el paso del tiempo permanecerán en nuestras columnas a pesar de los sinsabores y problemas que cualquier vida dentro de un grupo humano acarrea. Con el paso del tiempo irán aprendiendo a dejar a un lado comportamientos que, seguramente, fuera de la masonería les llevaría a no dejar pasar una ofensa; son personas que asumen el método de trabajo y se afanan en pulir su piedra bruta conscientes de sus defectos y de que su misma existencia hace el mundo un poco peor, no les mueve ningún acto de soberbia intelectual, una falsa asunción de sus defectos, sino la absoluta convicción de que nada es posible de mejorar si uno mismo no mejora.

¿Y tú a que grupo perteneces?