refugiados

Los conflictos existentes en Oriente próximo, producto de las erróneas políticas de nuestros Gobiernos están generando una marea de seres humanos que huyen de la brutalidad de la guerra, de actuaciones fanáticas amparadas en interpretaciones extremas de la religión, o de ambas situaciones producidas de manera simultánea o bien unas fruto de las otras.

Miles de fallecidos en las aguas del Mediterráneo, probablemente la mayor fosa común del mundo en estos momentos, comenzaron a llamar a nuestras conciencias ya espantadas por la actuación de nuestro propio Gobierno en las fronteras de las ciudades de Ceuta y Melilla, en las que llegó a instalar medidas disuasorias como las conocidas como concertinas o a propiciar la adopción por las fuerzas de seguridad de medidas que vulneran, según testimonios de muchos expertos, nuestra propia legislación.

En estos momentos, Europa, antaño cuna de libertades y que fundamenta sus ideales de convivencia en el lema nacido con la Revolución Francesa, Libertad, Igualdad, Fraternidad que nos es propio en tanto que masones de adscripción liberal, se enfrenta a la mayor ola de refugiados desde el fin de la II Guerra mundial y a la que responde desde el desprecio a la letra y el espíritu de sus propios tratados.

Los mismos que exigen a un país miembro el más estricto cumplimiento de lo dispuesto en los tratados que conforman el ordenamiento jurídico de la UE se muestran pacatos ante el flagrante incumplimiento de los mismos por parte de la República húngara. Al mismo tiempo la cicatería se adueña de otros Gobiernos como el español que discute el exiguo número de refugiados que debería acoger en función de los parámetros, objetivos, que ha marcado la Comisión.

Parece que curados de espanto por la tragedia de los muertos en las aguas del Mediterráneo, la situación de algunas decenas de miles de refugiados sirios, afganos o libios maltratados por las autoridades húngaras pero aún vivos nos parece llevadera y poco urgente su resolución.

Es evidente que, de acuerdo con las propias normas de la UE, todas esas personas cumplen los parámetros que marcan la condición de refugiados y es por eso que exhortamos a la Comisión Europea, a su Presidente y a todos los países miembros a cumplir de manera rigurosa lo que para estos casos establecen los tratados de la UE y que se castigue de manera ejemplar a los Gobiernos que incumplan lo pactado.

Por otra parte, quiero llamar la atención sobre la situación de los miles de personas desplazadas por cuestiones económicas y que tratan de alcanzar en nuestros países, castigados sí por la mayor crisis económica que se conoce desde el primer tercio del pasado siglo, pero que así y todo podemos disfrutar de condiciones de vida envidiables por los millones de personas que viven en los países del África subsahariana y a pesar de que esos países encierran un importante potencial económico, cuyos beneficios únicamente llegan a una pequeña parte de las élites gobernantes, y muchas veces tan corruptas como nuestras propias autoridades. No se trata de refugiados stricto sensu aunque no por ello deben ser repudiados por un sistema que, es cierto, empieza a ser incapaz de atender las necesidades de sus propios ciudadanos no por falta de recursos sino por una incorrecta captación y aplicación de los existentes.

En mi condición de ser humano, más allá de mi pertenencia a la masonería, no puedo por menos que sentir vergüenza por cómo quienes se dicen representantes nuestros, ciudadanas y ciudadanos de lo que se suponía la sociedad más avanzada en el terreno de los social, Europa, maltratan y desprecian a quienes huyen de un error propiciado por esos propios gobiernos ampados en la expansión de los ideales democráticos que, a estas alturas, sabemos falsos y que en realidad sólo se mueven por el empuje de intereses espúreos y tendentes a una indecente acumulación de capital sin el menor sentido.