Humildad: Virtud que consiste en el conocimiento
de las propias limitaciones y debilidades
y en obrar de acuerdo con este conocimiento
RAE

Lo anterior es la primera entrada en el diccionario de la Real Academia española y parece que se ajusta bastante al trabajo que debemos hacer quienes damos el paso de adentrarnos en este camino que nos llevará, tras 215 años de trabajo como nos recordaba un H.·. no hace mucho tiempo, a la tan ansiada obtención de la piedra cúbica perfecta, si es que tal cosa fuese posible y pudiésemos vivir todos esos años.

En una tenida anterior ya dejé, para uso de quien pudiera servirle, una reflexión sobre conocimiento y sabiduría, y que podría hilvanar con lo que hoy trataré de dejar sobre el damero de nuestro suelo con el fin de que podamos reflexionar sobre esta cuestión y tratar de aplicarla en la medida de lo posible a nuestra vida.

Creo que resulta bastante evidente que es imposible llegar a la sabiduría sin antes haber sido capaces de conocer aquellas características de nuestra personalidad nos impedirían trabajar con una cierta garantía de éxito en la consecución de una piedra cúbica, trabajo en el que, quiero pensar, nos afanamos todos quienes entramos en masonería.

Creo que es esta una cuestión sobre la que deberíamos meditar cada vez que el Maestro de Ceremonias, antes de acceder al taller, nos pide unos momentos de reflexión con el fin de dejar los metales fuera del lugar en el que vamos a desarrollar nuestros trabajos. Metales que por cierto deberíamos tratar de que no ocupasen demasiado sitio tampoco en nuestra vida profana.

Conocer las limitaciones es importante, nos permitirá no tratar de ir más allá de lo que nuestra capacidad nos permite y al mismo tiempo nos preparará para aprender ya que si somos conscientes de cuanta es nuestra ignorancia seremos capaces de prestar atención a todo aquello que nos pueda servir desde la certeza de que es algo que disminuirá nuestra ignorancia.

Por el contrario, la soberbia de creer que la razón, y cuando digo la razón me estoy refiriendo al concepto manejado por Descartes, es lo que mueve de manera permanente nuestros actos y que en ningún caso la duda se introduce entre los resquicios de nuestro pensamiento, nos invalida para asumir la responsabilidad del error y, en consecuencia, adoptar las medidas correctoras que nos permitan completar el tallado de una piedra que pueda servir al conjunto del edificio. Creemos que tenemos la piedra perfecta y es muy posible que únicamente tengamos a mano un escombro inservible.

Por otra parte, y es sólo mi opinión, no debemos caer en la “humildad de garabato”, esa humildad falsa y afectada, forma de soberbia aún más perniciosa, si cabe, que la del prepotente pues puede llevar a confusión a quien nos escuche.

En tal sentido quiero señalar que no es infrecuente escuchar en nuestras columnas la apelación a “ser eternos aprendices”, y yo me pregunto si tras este aserto no se esconde bien la impúdica soberbia de quien se ve por encima de los demás y por lo tanto faltando gravemente a la igualdad, bien un intento de escapar a las responsabilidades que le son propias a quien ha conseguido caminar algunos pasos, no importa si muchos o pocos, en ese difícil y tortuoso camino que es la obtención de la mejor piedra posible para que sea colocada en el edificio que entre todas y todos tratamos de construir, una sociedad que se levante sobre los tres pilares de nuestra aclamación y basada en la Sabiduría, la Fuerza, y la Belleza.

Seamos pues, Muy Queridas Hermanas y Hermanos, humildes para ser conscientes de que somos una piedra bruta que debe ser pulida y no sin esfuerzo.