Todo francmasón ostenta la divisa “Libertad, Igualdad y Fraternidad”, herencia del Siglo de las Luces, proclamado por primera vez durante la Revolución francesa, asociada inicialmente a François Fenelon y figurando posteriormente en las constituciones de 1946 y 1958 como parte del patrimonio nacional francés.
Son muchas las acepciones que nos llevan a equívocos o discusiones por las connotaciones y matices que revelan la necesidad de acotamientos en el lenguaje.
Para George Martin, cofundador del DH junto a Marie Deraismes, los conceptos fraternidad, solidaridad y caridad vienen a significar lo mismo. Nuestra concepción masónica de Fraternidad va un paso más allá: la fraternidad engloba todo lo demás.
Fraternizar significa reconocer como Hermano (Frater en latín) y ello conlleva una correspondencia horizontal, basada en la aceptación y el compromiso a nivel colectivo dentro del espacio masónico, algo más reducido (Fratria).
La fraternidad masónica necesita de un encuentro, surge del vacío, falta de una guía paternal, puesto que somos hijos de la viuda. Nosotros nos dirigimos hacia unos presupuestos éticos y filosóficos de lo que entendemos que pueda facilitar un progreso individual y colectivo, proyectado hacia el exterior.
Siendo la masonería tendente a reunir lo disperso, no caben términos como la amistad, asociada al afecto, compañerismo, más relacionada con el trabajo en común (de ahí Compagnonnage, más propio de la masonería operativa).
La solidaridad evita la connotación cristiana de caridad, que posiciona al individuo en un plano de superioridad, sin abarcar el trato fraternal que todos los masones nos debemos. No es tan sublime como la amistad, porque en ésta se elige, lejos de caer en falacias tales como el buenismo o el amiguismo.
La fraternidad implica horizontalidad, aceptación, buena correspondencia entre hermanos, uno de los pilares universales que soportan los fundamentos filosóficos de la unidad.
Complemento de la Igualdad y la Libertad, la fraternidad también es tolerancia, valor fundamental basado en la empatía, la capacidad de ponerse en la piel del otro, el respeto y la ética del lenguaje: la capacidad de entender que somos muchos y plurales. Para ello, es importante crear, a mayores, una red de seguridad en la transmisión de la palabra, que incluya responsabilidad y circulación correcta de ella, esto es: evitar el uso del doble lenguaje, la desambiguación de la palabra, el lenguaje corporal y aquellas acciones que puedan corromper el natural y armónico discurso.
El proceso de vivir y compartir valores y principios, es base necesaria para la construcción del templo. Es en logia donde se supone que este trabajo fraternal debe ser nuestra seña de identidad para que todos y cada uno de los Hermanas y Hermanos hagamos unidad de lo disperso.