En la Tenida de conmemoración del X aniversario de nuestro Encendido de Luces el Hermano Pedro-José, el maestro más antiguo de los que fundaron el taller y que sigue en nuestras columnas, leía el siguiente trazado fruto de sus recuerdos y sus sentimientos.
AL PROGRESO DE LA HUMANIDAD
LIBERTAD .·. IGUALDAD .·. FRATERNIDAD .·.
Muy Querido Hermano Gonzalo, Representante del Supremo Consejo, Muy Querido Hermano Manuel, Presidente de la Federación española, Venerables Maestras Laura y Belén, Venerable Maestra en cátedra Paloma y todas vosotras Mis Queridas Hermanas y Mis Queridos Hermanos en vuestros grados y calidades.
Escribir un trazado sobre los diez años que han pasado desde que encendiéramos luces un día como ayer de hace diez años supone realizar un viaje al pasado y rememorar momentos dulces y amargos, y pasar revista a lo que han supuesto estos diez años en la vida de nuestra Logia.
Han pasado diez años y cuantitativamente nos encontramos con un taller muy diferente al que existía el día en que recibimos la Luz del Supremo Consejo, frente a cuatro Maestros y Maestra en primera afiliación, dos compañeras y dos aprendices, hoy en día nuestras columnas acogen a veintiséis Hermanas y Hermanos, doce Maestras y Maestros activos, tres honorarios, cinco Compañeras y Compañeros, cinco Aprendizas y Aprendices, la verdadera savia de toda logia, y hasta nueve profanos se encuentran a las puertas de nuestra cantera en diferentes situaciones administrativas.
Ciertamente la situación no es comparable y ello a pesar de las bajas que se han ido produciendo por el camino y a alguna de las cuales me vais a permitir que dedique un emocionado y fraternal recuerdo, Orlando en el O.·.E.·., Manolo Gallinal, sentado hoy en nuestras columnas, Carmen que emprendió un nuevo camino tras haber dejado su impronta como Venerable Maestra en momentos muy duros para el taller, Tronco perdido para nuestro taller aunque hoy trabaje en canteras amigas y no muy alejadas, Taliesín seguramente trabajando en algún remoto lugar, Hugo excelente Compañero.
Aunque la cantidad es importante no es comparable a la calidad y he de decir que la calidad de quienes ocupan las columnas de nuestro taller nada tiene que envidiar a la de aquellos que por ellas pasaron. Parece pues, mis Queridas Hermanas y Queridos Hermanos que el futuro de nuestra Logia se encuentra asegurado y hasta me atrevería a decir que en el medio plazo hasta podría desgajar una rama que diese luz en otro Oriente no excesivamente lejano. Demos tiempo al tiempo, laboremos y confiemos.
Comenzaba este trazado diciendo que estos folios obligan a realizar un viaje al pasado, volver a beber la copa amarga de recuerdos dolorosos y disfrutar del dulce sabor de los momentos en los que el egregor se hizo presente. También rememorar algunos de los encuentros que terminaron con todos vosotros y bastantes más sentados por más o menos tiempo en esas columnas.
Resulta amargo leer la Carta Patente y constatar que ya soy el único que continúa siendo miembro del taller diez años después, resulta amargo ver que de los que firmaron aquella carta sólo dos continuamos en la Orden, quien os habla y el Muy Querido Hermano Gonzalo, que me perdonará por apearle en este recuerdo el tratamiento. En algún caso esa amargura es profundamente dolorosa.
Frente a la amargura que dejan algunas ausencias he de apuntar la felicidad nacida del roce fraterno, engrandecida por el afecto y la amistad; la recuperación de alguna buena sintonía perdida en los años de hierro y el ver crecer una obra a la que he dedicado una buena parte de mis afanes en estos diez años. Por cierto, parece que va llegando el momento de comenzar a practicar un cierto y sano desapego para que otras y otros se hagan cargo de esta obra común y yo pueda dedicarme a disfrutar de los mejores momentos del pasado y de los que sin duda están por venir.
Quisiera distender un poco el discurso y rememorar para todas y todos uno de los momentos que tengo grabados en mi memoria. Se trata del día en que conocí al Hermano Ángel.
Por aquellas fechas solía citar a las profanas y profanos en el mesón cercano a mi domicilio y con facilidad de aparcamiento. No era un lugar especialmente concurrido entre semana lo que facilitaba los contactos al no precisar de métodos de reconocimiento sofisticados tales como una rosa entre los dientes, el Pravda bajo el brazo derecho o llevar en la mano cualquier ejemplar de novela extravagante.
Llegaba con una cierta antelación y me sentaba en la mitad de las mesas para cuatro personas de cara a la entrada con el fin de ver a cualquiera que, rondando la hora, apareciese con cara de despiste. Cuando apareció el Hermano Ángel, que ya lucia la misma barba y pelo blancos y la misma sonrisa franca y de buena persona que ahora, me sorprendió el encontrarme con un personaje que a su edad anduviese luciendo un brillante en el lóbulo de su oreja. Está claro que no debemos dejarnos llevar por las apariencias pues el profano de marras acabó siendo, tras ser iniciado, un magnífico Hermano que se entretenía en escribir cada una de las planchas de grado dos veces, la primera como le apetecía y la segunda ajustándose a los deseos del vigilante de turno.
Diez años después el Hermano Ángel se empeña en ir a una extraña ciudad pegada al Mediterráneo por mor de los quereres y por tratar de organizarle la vida a su compañera de tantos años, un Maestro Honorario más al que acogeremos con todo el cariño en cada ocasión que se digne perderse por Oviedo y al que trataremos de visitar ya que ofrece cama y comida en estos menesteres.
Podría relatar el encuentro con la Hermana Carmen, en una cafetería de la zona del Milán, por aquello de no hacerla atravesar Oviedo viniendo de Santander, tras haber leído el más extraño currículum que recuerdo, escrito a mano para mayor escarnio. O el de un matrimonio inglés, aunque ella fuese española, que no tenían ni la más repajolera idea de lo que era la masonería salvo, pareció, que podría ser un buen lugar para trabar amistades y negocios.
Y así, unas y unos tras otras podréis recordar esos encuentros informativos a los que al poco tiempo indefectiblemente seguía la solicitud de ingreso y, salvo algún caso raro, la consecuente iniciación.
Como ya sabéis todas y todos los ágapes de Progreso son famosos en la Federación, así como un par de manteles con aspecto de piel vacuna, adquiridos en el chino de enfrente del taller, y que horrorizaban a nuestra querida Venerable Maestra, incapaz de entender que no eran otra cosa que una libérrima interpretación del ajedrezado del suelo del taller. Ya no existen, han sido sustituidos por algo más chic, una alegoría de París. El Supremo Consejo siempre presente.
Bromas aparte y volviendo al camino serio habrá que contar como entendimos desde el primer momento que no éramos una Logia perdida en un lugar del norte, cordillera por medio, si no una parte, importante, de algo a lo que nos habíamos unido libremente al firmar nuestra promesa de acatamiento de la Constitución Internacional y los RRGG de la Federación. Pero es momento de decir que ese compromiso se basa en la libertad que la propia Constitución internacional concede a las Logias para organizarse libremente dentro del marco jurídico que se encuadra tanto en una como en otros.
Esta Logia ha sido siempre leal para con la Federación, ha contribuido al trabajo común incluso por encima de sus posibilidades, en siete de estos diez años ha habido un miembro de este taller sentado en el Consejo Federal, y tenemos la sensación de que no siempre ha recibido el debido reconocimiento y respeto. En cualquier caso seguiremos trabajando para que la Orden sea más fuerte en España y para que los ideales plasmados en la Constitución Internacional no se queden en unas simples frases vacías de contenido.
En estos diez años hemos procurado hacer realidad el mandato de continuar fuera la obra comenzada en el Templo y llevar la luz del conocimiento, de la libertad, la igualdad y la fraternidad, la de la masonería en suma, a la sociedad en la que nos movemos. Parece que algo hemos conseguido.
En este tiempo hemos puesto en marcha proyectos pioneros como los Premios Progreso, idea del Hermano Iván, que hoy ven la luz por octava vez consecutiva, pudiendo afirmar que se trata de algo ya consolidado en la sociedad asturiana. Aquí nació la idea del Seminario de Maestros y aquí se celebró el primero de ellos y seguramente el de trabajo más intenso. Hemos sido los primeros en asomarnos a las redes sociales; hemos dado testimonio público de manera continuada de que la masonería se encuentra muy alejada de lo que cuentan algunos panfletos totalitarios, involucrándonos como taller en el apoyo moral o efectivo de manifestaciones sociales como la defensa de la enseñanza pública, las mareas o alguna de las campañas de Asturias Laica.
Mis queridas Hermanas y Hermanos, ya termino, pero antes he de dedicar algunas líneas a algo importante. Somos un taller heterogéneo en lo social, en lo político, en lo intelectual, en las creencias o en la ausencia de ellas y a pesar de ello conseguimos día a día, con mas o menos esfuerzo, hacer realidad ese desideratum masónico de “reunir lo disperso”. Somos personas unidas en pos un ideal común, el Progreso de la Humanidad, trabajando en Libertad, Igualdad y Fraternidad; buscando más la sabiduría que el conocimiento y tratando de alcanzar la máxima felicidad que a cada una y uno le sea posible. Deseo y espero que estos mismos ideales presidan la vida de este taller los próximos diez años.
He dicho por lo que me toca en base a mis recuerdos y hemos dicho en lo que al espíritu de este taller toca.
Oriente de Oviedo, el 29 de octubre de 2016, X aniversario del Encendido de Luces de esta Respetable Logia