Quizás sea ésta la pregunta que se hagan, nos hagamos, muchos masones en unos momentos como los que vive España, y que de alguna manera viene a enlazar con las reflexiones de mi anterior entrada en este mismo medio. Existe una corriente de pensamiento dentro de la masonería, fundamentalmente en la autodenominada regular aunque no exclusivamente, que sostiene que la acción social de los masones debe ser una cuestión puramente personal y dejar fuera a las distintas obediencias como si éstas no fuesen el reflejo y la suma del pensamiento y las convicciones de sus miembros.
Aún considerando, como por otra parte no podía ser de otra manera, que la masonería es fundamental y primordialmente una sociedad iniciática, no podemos dejar de tener en cuenta que su carácter profundamente humanista la obliga a posicionarse ante hechos de tanta gravedad como cualquier atentado a los derechos y libertades que cualquier sociedad avanzada, democráticamente avanzada, considera fundamentales.
Ahora bien, ¿qué hacer cuando algunas de las cuestiones a debate entran claramente en el terreno de las convicciones individuales? Estoy hablando de algo tan concreto como es el aborto, cuestión que presenta indudablemente cuestiones de conciencia pero no muy diferentes a los que se puedan presentar cuando se discute el derecho a morir dignamente.
A nivel individual es claro que cada persona puede obrar como su conciencia le dicte pero la cuestión que se debate no es algo estrictamente personal ya que diferentes personas tendrán forzosamente opiniones diferentes al respecto. En éste sentido, y desde mi modesta y personal opinión, las obediencias masónicas deben hacer abstracción de cualquier planteamiento personal y entrar exclusivamente en el terreno de los derechos y en tal sentido la posición está, debería estarlo, meridianamente clara y del lado de la defensa a ultranza del derecho de las mujeres a decidir libremente, porque de eso se trata exclusivamente de poder decidir cuando y baj0 que condiciones quieren ser, o no ser, madres.
Desde los sectores más reaccionarios de la sociedad existe la tendencia a confundir derechos con obligaciones, sobremanera en aquellas cuestiones que atañen directamente a cuestiones absolutamente individuales y sin trascendencia social. Entiéndase bien, cuando digo que no tiene trascendencia social no quiero decir que no sean importantes sino que únicamente afectan a la persona o personas que deben tomar una decisión de éste tipo. Suelen mantenerse posturas más laxas en otras cuestiones con gran trascendencia social como es el caso de las cargas impositivas que si van más allá de lo personal para incidir claramente en el mayor o menor bienestar de la sociedad en general, y nada digamos de quienes se manifiestan en contra del aborto pero son favorables a la pena de muerte.
Volviendo a la cuestión, parece que por parte de algunas organizaciones masónicas si se tiene claro que se debe ser militante en una cuestión como la que nos ocupa y así podemos asistir a las manifestaciones muy recientes de la Federación francesa de Le Droit Humain y de la Gran Logia Femenina de Francia con un claro y expreso apoyo a sus Hermanas españolas que, sin la menor duda, puede hacerse extensiva a todas las mujeres españolas. Por mi parte entiendo que la masonería no puede hacer dejación de su responsabilidad social en su trabajo de construir una sociedad más libre, justa y fraterna y en este sentido la lucha en pro de los derechos de la ciudadanía aparece como algo imprescindible. No divaguemos sobre cuando se adquiere la condición de ciudadano o ciudadana porque parece que eso está fuera de toda duda civil, no se si podríamos decir lo mismo desde una óptica religiosa.
He dicho