A veces los preámbulos para introducir propuestas, basados en elementos históricos y sociológicos, parecen poner de manifiesto la veracidad de lo que se dice, nada mas apartado de la realidad, pues es bien conocido de todos que se usa y abusa, en cualquier escrito, de esta figura, y en su mayoría fácil seria demostrar que carecen de base para que su contenido sea verdadero, por lo cual nos saltaremos la historia del movimiento obrero, que sea como fuere existe y aún hoy, con o sin un apoyo mayoritario, representa el único camino conocido para defender los intereses de los trabajadores y en alguna organización, además, pretender el cambio social.
No se nos escapa a nadie que el interés, casi único, del capital es obtener beneficios, nadie, o casi nadie, pone su patrimonio a disposición social para conseguir una sociedad más justa. Partiendo de esta premisa, poco o muy poco tenemos que decir de la globalización, en cuanto a sus intenciones, puesto que no son los trabajadores quienes han, ni propuesto, ni puesto en marcha el libre comercio entre los países desarrollados, que eso y no otra cosa es lo que ellos denominan globalización. Aunque habría que apuntar que creemos estar en lo cierto si decimos que nadie se opondría a una globalización de la sociedad, no entendida esta como anónima.
¿Qué supone en líneas generales la globalización? Ante el hecho de que el capitalismo, llamémosle provinciano o nacionalista, quedaba superado por la facilidad de producción en serie, la facilidad de transportar productos de forma barata y masiva, y los inconvenientes y perdidas dinerarias que suponían los aranceles entre países con capacidad de consumo y ante un cambiante capitalismo productivo a un capitalismo especulativo, resultaba conveniente la supresión de fronteras arancelarias, que se intentan disimular con las ventajas del libre desplazamiento de personas, dentro de estos países, como hemos dicho, que en un futuro cercano, tenían la capacidad de consumir. (No olvidemos que la idea de una Europa comunitaria data de 1957, con el acuerdos de Roma, que a su vez proviene de 1951 del tratado de la CECA- Comunidad Europea del Carbón y el Acero-)
Esto ha supuesto, por un lado, una cultura del consumo sin precedentes históricos, nunca se ha consumido tanto y tan innecesariamente, lo que provoca un perjuicio para el ecosistema, en la forma que todos conocemos, deforestación, falta de agua potable, consumo de energía, contaminación, etc., por otro lado, aumento de las desigualdades, los pobres, piases y personas, son más pobres y los ricos más ricos, sin olvidar elementos fundamentales como la creación de una clase media, que sirve de colchón en las protestas populares, y que gracias a los nuevos sistemas de gestión económica, la compra a plazos, las hipotecas y los prestamos, se encuentran atados de pies y manos en la creencia de que disponen de un bienestar, que como se está demostrando ahora no corresponde con la realidad.
Pero además supone, dado que los sistemas de producción han cambiado y no se necesita personal cualificado, un sistema de empleo precario, de bajo nivel retributivo y con contratos temporales, a esto se puede añadir que otra vez las desigualdades se agudizan, para los trabajos cualificados y medios, dado el alto nivel de estudios en estas sociedades, se emplea a los nativos y para los trabajos que necesitan condiciones penosas, suciedad, altas temperaturas, esfuerzo muscular, etc., se emplea inmigración, en condiciones de explotación que avergonzarían a los esclavos de ayer. Se juega con las pasiones humanas, de manera que yo no estoy tan mal al lado de estos trabajadores.
Por si esto fuera poco, cuando los beneficios no se consideran suficientes, o lo que se suele llamar la paz social, no es del agrado de las multinacionales, dado que los terrenos y los préstamos a los países para que instalen allí sus plantas, se los dan con facilidad, lo que hacen estas transnacionales, es lo que se conoce con el nombre de deslocalización.
¿Qué hacer ante todo esto? Nosotros como masones, partidarios de la igualdad, fraternidad y la libertad, trabajar en la medida de nuestras posibilidades, por el reparto del trabajo entre toda la población, por defender la verdadera igualdad entre las personas y los pueblos, la ayuda mutua, el respeto a la naturaleza, la extensión de una cultura que defienda los principios de la declaración de los derechos de la humanidad, la igualdad de sexos, la no discriminación por razones económicas o de otra índole, en fin poner en práctica el principio de la primera internacional, cada cual según sus necesidades y cada cual según sus posibilidades.
Solo debemos mirar las estadísticas, que nos dan las cifras de muertes por guerras que se desarrollan por motivos de control de energías o materias primas, las muertes por hambre, las desigualdades existentes para darnos cuenta que esta no es la sociedad que queremos.
Progreso 1850