Hace muy pocos días, el pasado 16 de noviembre, inaugurábamos un pequeño monolito con una placa en recuerdo del establecimiento de la primera logia mixta, mixta necesariamente al pertenecer a una Orden, Le Droit Humain, que lo es desde su nacimiento, en nuestra ciudad, Oviedo. Fue un día festivo en un pequeño acto casi íntimo y en un lugar privilegiado con una vista de amplios horizontes, un parque público dedicado a una concejala socialista de viejo cuño, Purificación Tomás.
Nuestra ciudad presume de civismo, de educación y de tolerancia y podríamos decir que es así mayoritariamente por más que algunos de nuestros vecinos suelan estar en lo políticamente correcto, aunque esto no sea ni bueno ni malo ni todo lo contrario, que corresponde a una manera de ser en la que el ponerse de perfil es la norma con el fin de que, como buena gente de orden, nada venga a interferir en la placidez de una burguesa -en el peor sentido del término- ciudad de provincias. Por desgracia, entre los practicantes de ese savoir-faire tan carbayón medra una caterva de individuos capaces de actos de vandalismo ciudadano de baja intensidad, pero no por por ello menos reprobables que el que sufrió nuestro modesto monolito.
El anonimato con el que actúan nos impide acusar a nadie en concreto, aunque el tachón de la escuadra y el compás, universal símbolo de la francmasonería y de nuestra Orden en España, nos muestran de manera rotundo que los derroteros por los que se mueven los autores del incívico acto son los de la intolerancia y el odio.
La escuadra y el compás volverá a lucir tras la correspondiente limpieza, nuestra Logia permanecerá en pie a pesar de todos los avatares que han venido y de seguro vendrán como lo hizo en los pasados doce años, y la masonería seguirá su paso y acumulando años a los trescientos que ya lleva sobre sus espaldas. Quienes perpetran este tipo de actos vandálicos desconocen que un tachón no oculta las ideas.
Ahora solo nos queda esperar que la diligencia que muestra la Justicia en algunas ocasiones para perseguir supuestas ofensas, se materialice en la búsqueda y castigo de estos incívicos vecinos, no por un deseo de venganza, que no nos anima, sino para indicar que hay cosas que no se pueden consentir en un Estado que se dice democrático. Imaginamos que no pasará nada, como tampoco pasó con el primer y modesto memorial a las víctimas del holocausto, víctima a su vez del gamberrismo, la intolerancia y la barbarie de unos pocos con demasiada testosterona y pocas neuronas.
Somos un país inculto donde las diferencias las dilucidamos a mamporrazos, naturalmente esto tiene que ver con la insuficiente y pésima educación ocupada en la clasificación y selección de individuos, y no en su formación.