Se trata del penúltimo miembro de los que componen el Colegio de Oficiales, aparentemente por tanto podríamos decir que se trata de un oficio menor aunque como suele ser habitual en masonería las cosas no son lo que parecen a simple vista.
Según el artículo 33 de nuestros RRGG es quien:
“… se encarga de todos los actos de solidaridad votados por la Logia, y de acuerdo con el Venerable Maestro, de las posibles ayudas individuales.
Recibe las donaciones destinadas a las ayudas. Vigila que ningún miembro presente se retire sin haber depositado su óbolo en el tronco de solidaridad. …..”
Siguen algunas cuestiones más sobre el control de las cuentas por los supervisores pero no vienen demasiado a cuento del contenido de esta plancha.
Los Reglamentos Generales son excesivamente escuetos y por eso, en mi opinión, es necesario que quien se encargue de este oficio trate de ir más allá, bastante más allá, de una misión tan escuetamente definida. Podríamos acercarnos al Hermano Frankeski y leer algo de lo que dice respecto de este oficio:
”Nuestro hermano o hermana hospitalario debe ser una piedra perfectamente pulida. El hospitalario es como el buen pastor, atento a todos y sensible a cada uno. Cargado de buenas intenciones y de la seguridad de la logia, su atención y su sensibilidad debe estar particularmente afilados ya que debe cumplir los encargos destinados a solucionar problemas, las dificultades, en ocasiones la enfermedad de algunos de los miembros del taller y todo esto con el más exquisito cuidado. No olvida en efecto, que al igual que sus hermanos y hermanas, gusta de la justa proporción y debe decidir, a riesgo de aumentar la pena de quien la sufre, si resulta más útil una visita, un correo, una pequeña atención de parte de la logia o bien una ayuda más material y puntual de parte del taller, o su caso, de parte de la obediencia.
En ocasiones, será a un hermano o una hermana, al fin de su vida, al que deberá acompañar organizando visitas regulares y manteniendo el enlace hasta el final. Nuestro hospitalario dará entonces todo su valor a la frase del rito de iniciación que nos dice «el amor es más fuerte que la muerte».
Deberá ser un viejo masón, dispuesto a comprender, porque las conoce bien, las vicisitudes de la vida. […]”
El texto es algo más amplio, pero creo que con lo expuesto es suficiente para comprender cual es el sentido de este Oficio y por donde debe caminar el trabajo de quien lo ejerce.
Quisiera aportar una pequeña reflexión personal acerca de un Oficio en la línea del pensamiento del Hermano Frankeski.
Su trabajo debe estar enfocado tanto hacia dentro del Taller como hacia afuera, hacia la sociedad en la que la Logia está inmersa y siempre huyendo de cualquier forma de caridad, entendida esta como ese acto que se realiza desde una posición de superioridad. Sería bueno que se acercase al concepto de socorro mutuo con el que nació, entre los masones operativos, el entonces denominado Tronco de Beneficencia y cuyo nombre animo a recuperar para sustituir al actual Tronco de la Viuda tal y como ya es conocido allende nuestras fronteras en Logias de nuestra Orden.
Tiene este trabajo dos partes complementarias aunque claramente diferenciadas, de una el socorro económico para cubrir primeras necesidades de las Hermanas y Hermanos en dificultades económicas, bien es verdad que para llevar a cabo esta tarea poco puede hacer si el conjunto del taller no es consciente de que esa parte de su tarea depende, fundamentalmente, de la generosidad que en cada tenida muestren los miembros del Taller. Quizás deba ser una exigencia del Oficio exhortar regularmente a todas y todos a contribuir, en la medida de las posibilidades de cada cual, a que las disponibilidades de su “caja” puedan ser algo más que meras tiritas.
Como no todo se puede resumir en cuestiones económicas, será tarea del Oficial el ocuparse de otras cuestiones quizás más duras pero al tiempo más fáciles. Me refiero a cuestiones personales que no pueden solucionarse con una ayuda económica, una enfermedad, una mala época, una situación personal necesitada de un poco de luz externa con el fin de que quien la sufre pueda encontrar un camino de salido. Esta parte del Oficio requiere, en mi opinión, empatía, observación y, como casi todo en masonería, dedicación.