Hoy, diez de diciembre, y como tantos otros «días» especiales a lo largo del año se trata de que nos sensibilicemos ante cuestiones que deberían estar de manera permanente presentes en nuestro quehacer. En esta ocasión se trata de que no echemos en saco roto algo tan fundamental como los Derechos Humanos, esos que algunos ilusamente pensábamos que habíamos conquistado y que eran inamovibles y que, fiados en ello, tratábamos de hacerlos extensivos a toda la humanidad para darnos cuenta, de repente, de que se trataba de una conquista fácil, como casi todas que benefician a muchos en perjuicio, relativo, de unos pocos.
Nacidos en el siglo XVIII y actualizados en el XX, hemos llegado al XXI para ver como se deshacían cual azucarillos en un vaso de agua, quizás por nuestra propia dejadez al pensar que teníamos algo intocable y que no merecía realizar el menor esfuerzo para conservarlo. La más reciente historia nos enseña que aquello que no se cuida termina por desaparecer por la sencilla razón de que los derechos se consiguen y se defienden so pena de que alguien se atreva a decidir que mejor tener siervos que ciudadanos y para que quiere un siervo derechos, bastante tiene con arrastrar las cadenas con las que una pretendida civilización nos ha ido atando a cosas prescindibles, inútiles por tanto, que no hacen otra cosa que llevarnos a la molicie y de ella la imposibilidad de defender algo que pensábamos sagrado e intocable.
Dicen que la masonería tiene algo que ver con la Declaración Universal de los Derechos Humanos, es seguro que muchos de quienes la impulsaron fuesen masones, de la misma manera que entre quienes se esforzaron en alumbrar la primera Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano lo fuesen, pero ello no nos da a quienes pertenecemos a las diferentes formas de entender esto que se conoce, entre otras muchas denominaciones, como el Arte Real la menor prerrogativa aunque sí pone sobre nuestros hombros la pesada carga de hacer un poco más que el resto por defender algo que sabemos patrimonio de la humanidad entera.
Como mujeres y hombres libres no podemos cejar en nuestro empeño para que esa Declaración sea algo más que unas líneas sobre un papel, debemos esforzarnos día a día para que sean una realidad y enseñar que aquello que no se defiende de manera conveniente se acaba perdiendo.
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Ayer, Europa Laica volvía a insistir en proclamar el 9 de diciembre como el Día Internacional del Laicismo y de la Libertad de Conciencia mediante este manifiesto, aunque ambas cuestiones se encuentran recogidas dentro de la Declaración Universal de Derechos Humanos no está de más ese aldabonazo, esa llamada de atención en un mundo en el que cada día vemos como las distintas religiones tratan de marcar la agenda de las sociedades civiles. España, nuestro país, es un claro ejemplo del desprecio de los sucesivos gobiernos por esa separación consagrada en nuestro texto fundamental y tan incumplido en esta como en tantos otros de sus preceptos, meras buenas intenciones sin la menor plasmación real.
Recordemos hoy, pues, que aquello que no se defiende se acaba perdiendo y que hay derechos, los que se consideran fundamentales y que hacen de las personas ciudadanos y no siervos, que deben ser especialmente protegidos mediante una actitud enérgica de defensa de los mismos. Nada digamos de la laicidad, principio esencial para poder llamar democrática a una sociedad.
Libertad
Igualdad
Fraternidad