Existe un amplio consenso acerca del respeto que en una sociedad democráticamente organizada las reglas que se da la ciudadanía deben ser respetadas ya que, en caso contrario, se entraría en una dinámica que dificultaría la convivencia, pudiendo llegar a hacerla imposible.
Ahora bien, ¿qué ocurre cuando la ruptura de la convivencia ciudadana viene propiciada por la existencia de leyes injustas? Creo que ante una situación de este tipo deberíamos plantearnos cómo es posible que se legisle en contra de los intereses del pueblo cuando está comúnmente aceptado que el poder emana de él. ¿Se Puede legislar en contra de nuestros intereses? Es obvio que sí pues diariamente asistimos a la promulgación de leyes en tal sentido. Tal situación sólo indica que los representantes de la ciudadanía, olvidando cual es su papel y traicionando la confianza depositada en ellos, legislan en contra de los intereses de quienes realmente detenta el poder, el pueblo. Lisa y llanamente están traicionando el mandato recibido lo que en puridad les convierte en reos de felonía.
En estos momentos en nuestro país, aunque no sólo, estamos asistiendo a la promulgación de leyes que ponen en cuestión el modelo de convivencia sobre el que se asentaban las relaciones ciudadanas, modelo cuestionado cada día con más fuerza al entender una gran parte de la masa social que su vigencia ha alcanzado el nivel de obsolescencia.
Hablamos de leyes que atentan claramente contra derechos no ya constitucionales sino reconocidos universalmente como básicos e inalienables lo que nos llevaría a considerar como altamente cuestionable la obligación de acatar de tales leyes.
Ante una situación como la señalada ¿cual es el papel del masón o la masona? Obviamente la respuesta no es unívoca pues dependerá en gran medida de hasta donde haya entronizado cada cual la filosofía inserta en la divisa Libertad, Igualdad, Fraternidad; de hasta dónde se haya asumido la condición de «ser» por encima de la de «estar«; de hasta que nivel hayamos llevado nuestra capacidad de pensamiento crítico inherente a la propia formación masónica.
Me atrevería a decir que la alternativa no puede ser otra que la de oposición a aquello que nuestra razón nos dice que es absolutamente injusto por ser contrario a los intereses de la mayoría, por romper con los fundamentos de la convivencia en tolerancia y, en algunos casos, por atentar de manera grave contra los principios de una filosofía que libremente aceptada nos compromete moralmente, las ordenanzas de la Orden a la que pertenecemos.
No estamos obligados a respetar leyes injustas, tenemos la obligación noral de oponernos a ellas en la medida de nuestras posibilidades y con las armas que dispongamos sin olvidar que la más poderosa es la palabra.
He dicho