AL PROGRESO DE LA HUMANIDAD
LIBERTAD – IGUALDAD – FRATERNIDAD
El pasado sábado nuestro taller aprobaba la síntesis del trabajo social del presente año y cuyo texto reproducimos a continuación:
Parece conveniente, quizás, fijar qué son los Derechos Humanos antes de reflexionar sobre la manera de evitar su retroceso y en ese sentido volver la vista hacia atrás para saber desde cuando o de qué manera algunas cosas se consideraban derechos inalienables.
Es probable que el ser humano primitivo, en sus pequeños grupos nómadas, desarrollara una forma de igualdad básica, relacionada con la necesidad de supervivencia en grupo. Por el contrario, también es probable que la aparición del liderazgo en algunos individuos más fuertes o más capaces ocasionara una desigualdad básica entre los miembros de la tribu.
De otra parte, la baja supervivencia de los niños, debida a los peligros y las enfermedades, bien pudo ocasionar que no fueran tenidos en cuenta como “seres humanos” completos hasta cierta edad. Finalmente tenemos el caso de las mujeres a las que hasta no hace tanto, en términos históricos, no se las consideraba personas.
Una Hermana de este taller aporta un punto de vista ciertamente novedoso ya que considera que la primera referencia a la igualdad de todos los seres humanos por encima de sexo o posición social se encuentra en los Evangelios que relatan las enseñanzas de Jesucristo
En otro orden de cosas podemos ver como la filosofía social de autores como Rousseau, en el siglo XVIII, la Ilustración y la evolución del conocimiento científico favorecieron la aparición de ideas relacionadas con el derecho de todas las personas a disfrutar de unos mínimos recursos de subsistencia y libertad, sin ser maltratados por el poder.
En ese sentido vemos como diferentes Constituciones como la inglesa, la americana y la francesa supusieron un germen muy importante en este proceso durante los siglos XVI a XIX.
Es curioso que los primeros derechos reconocidos hacia finales del siglo XVIII en Europa tuvieran que ver con la libertad de credo, de expresión, de voto y de no ser maltratados. Eran los derechos que interesaba tener a la naciente burguesía.
Hacia finales del siglo XIX aparecen los derechos sociales, económicos y culturales (trabajo, alimento y educación) a partir de las reivindicaciones de los movimientos obreros en ciertos países europeos.
Finalmente y dentro de los antecedentes tenemos la declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, así como los de la Mujer, ambos nacidos de la Revolución Francesa, o los incluidos en la Constitución estadounidense que dieron paso a la compilación definitiva que actualmente conocemos como Declaración Universal de los Derechos Humanos promulgada por las Naciones Unidas 1l 10 de diciembre de 1948
La caída del muro de Berlín y con ella de todo el sistema soviético, saludada con alegría por todos los que creíamos en la Libertad, supuso el principio de un camino cuyas etapas más duras recorremos en estos últimos años. Día a día vemos como derechos que considerábamos inamovibles, y cuya extensión a todo el mundo propugnábamos fervorosamente, se nos fueron hurtando en pequeñas dosis primero, de forma descarada más tarde y que, salvo que pongamos remedio, terminarán por ser un lejano recuerdo de un tiempo en que una parte de la humanidad había conseguido sacurdirse el yugo feudal y luchaba porque esa fuese la condición de toda la humanidad
¿Realmente luchábamos por ello? Quizás en la respuesta a esta pregunta se encuentre la clave de todo.
El haber pensado que los Derechos adquiridos lo eran para siempre, que su defensa era innecesaria y que conseguir su extensión a toda la humanidad podría hacerse desde un cómodo y condescendiente eurocentrismo resuma la raíz del problema. No nos dimos cuenta de que algunos Derechos, sobre todo aquellos cuyo disfrute puede conllevar el que otras personas puedan sentirse perjudicadas en sus intereses, aunque éstos no sean legítimos, deben ser defendidos día a día, con esfuerzo y perseverancia.
Pensamos que en el párrafo anterior se encierra la respuesta a la cuestión que se nos plantea. Ahora bien, ¿estamos dispuestos a salir de nuestra comodidad, a asumir nuestros errores y a pensar que solamente desde el combate diario podemos volver a reconquistar aquello por lo que se luchaba ya en el siglo XVIII, ser dueños de nuestro propio destino. Ser ciudadanas y ciudadanos.?
Una vez asumido lo anterior ¿Cuál sería el siguiente paso? Podremos optar por la respuesta pasiva, no violenta. Acogernos a determinadas formas de lucha de principios del siglo XX puestas en práctica en la India o determinar que contra la violencia únicamente se puede oponer la violencia. Creo que ambos opciones resultan inadecuadas aunque quizás hayamos de llegar a una síntesis novedosas de ambas o, alternativamente, utilizar el arma más poderosa de que puede disponer el ser humano, la cultura, el conocimiento; ambas, por cierto, se nos tratan de hurtar, también, mediante la implantación de sistemas educativos orientados de forma exclusiva a un mayor rendimiento laboral con total desprecio hacia disciplinas que durante mucho tiempo se han considerado la base de formación del conocimiento.
Los tiempos han cambiado, el acceso a la información a través de las redes sociales supone el disponer de una nueva herramienta, poderosa aunque no se encuentre de forma exclusiva en nuestras manos, a ella tiene acceso el “enemigo”. Sí, el “enemigo” porque aquí y ahora no podemos hablar de contrario, la cuestión está reducida a una ecuación simple, somos “nosotros”, la mayoría desfavorecida, contra “ellos”, la minoría que tiene todo el poder económico y de los grandes medios de comunicaciòn en sus manos. Y frente a ese poder omnímodo sólo queda una alternativa, la educación de las personas, la conversión de una sociedad acrítica en ente activo capaz de tomar decisiones que pueden perjudicar directamente los intereses de la otra parte y que se reducen a uno sólo, ganar más, obtener más beneficios.
También apoyando la acción de aquellas organizaciones dedicadas a la protección de los derechos humanos y la denuncia de situaciones de injusticia y otras graves violaciones de esos derechos. Su labor es importante y aunque por desgracia su capacidad para impedir los abusos es muy limitada pero su impronta ética no cabe duda de que puede suponer un freno a las violaciones de los DDHH y un agente movilizador de la ciudadanía .
En consecuencia, y para finalizar, entendemos que se debe denunciar cada intento, por mínimo que sea, de recortar cualquier derecho en cualquier parte del mundo; tejer una red a la que todos los que componemos el “nosotros” sienta la necesidad de unirse. Es necesario que “ellos” sientan que se enfrentan a un grupo compacto, unido y en estos momentos no los somos. Cualquiera que tiene un privilegio por nimio que sea cree que no necesita de la red, es necesario que llevemos a la conciencia de todos “nosotros” que nadie está a salvo de perder sus pequeños privilegios, cada retroceso en los derechos es algo que nos afecta a todos aunque en un momento determinado no nos demos cuenta de ello. Es necesario volver a generar una conciencia de clase que, desgraciadamente, se ha ido diluyendo.