Puede que el curso masónico haya llegado a su fin Pero esto no quiere decir que nuestra labor haya concluido en absoluto. De hecho, como ya explicado en escritos anteriores. El término descanso para un masón no debe ser en forma alguna sinónimo de letargo o dejadez. Se trata más bien de aprovechar estos meses de asueto para recargar energías y realizar una puesta a punto de nosotros mismos. A un ritmo más moderado, sí, pero constante. ’’Sin prisa pero sin pausa’’ que diría Séneca. Otra forma de verlo sería como una gran partitura musical. En la que es necesario ir encontrándose con compases de distinto tempo para entender la magnitud y profundidad de una obra que es inacabable.
El tiempo que transcurre desde que se da por realizada la celebración del solsticio de verano, ceremonia que es a su vez es de clausura de trabajos masónicos en logia hasta el inicio del nuevo curso. Es un tiempo que ha de ser aprovechado por todos y cada uno de los francmasones para reflexionar relajadamente, pero con cierta intensidad y frecuencia sobre los frutos cosechados a lo largo del curso vivido. Si echamos la vista atrás en este sentido, observaremos que este año hemos aprendido algo distinto al anterior. Este hecho sirve de precedente para atreverse a sospechar sin mucho miedo a equivocarse que el próximo será aún más enriquecedor si cabe. Lo cual nos anima enormemente. Tanto a quienes formamos parte de esta gran familia que es la masonería mixta e internacional, como a los que aún no podemos tratar de hermanos o hermanas pero que les aseguramos que dar ese paso merece la pena.
De un modo más general pero no menos importante, este lapso veraniego también es un inciso necesario en nuestras vidas profanas. Durante estos días ponemos en práctica todo sobre lo que de una manera simbólica hemos estado trabajando estos meses.
Es tiempo de recapacitar, de leer, de formarse. Pero también de tumbarse al sol y dejarse llevar escuchando las olas del mar o el canto de los pájaros. Todo construye en su justa medida. La calma y la actividad se van intercalando como día y noche. Una no puede ser sin la otra. Sería como ir al trabajo sin haber descansado adecuadamente. Todos sabemos que éste tipo de actitudes hace que a la larga las vida pueda volverse ingobernable.
Por lo tanto, si hubiera que hacer una lectura de todo el conjunto sería la siguiente: El periodo vacacional puede ser muy útil, si como pasa con todo, se saben administrar los tiempos. Es enriquecedor también, que dentro de un marco de distensión se fortalezcan lazos entre todos los hermanos. Quedar de vez en cuando para compartir opiniones y debatir temas reposadamente. Estar en comunicación y no perder el contacto. El verano sirve para reforzar la realidad del compromiso masónico. Y en definitiva, el amor por el sentido de algo tan grande como lo es la Fraternidad.
Edgar Burgos.