Tenía quince años y un vecino de esos que hoy en día es imposible que existan: se había vuelto loco leyendo, y como era típico en aquel entonces, en lugar de curarlo y quitarle de los libros, nadie se preocupaba cuando llegaban aquellas cajas enormes de editorial Alianza desde Lima, cargadas de veneno para su salud mental en forma de libros que el Régimen al que nos sometían nos prohibía por nuestro bien. Como vecino con un futuro parecido al suyo, el hombre me dejaba alguno de aquellos ejemplares, y entre ellos, un día cayeron el Informe Kinsey y el Estudio de la Sexualidad Humana de Master y Johnson. Ya dije que entonces tenia quince años, así que me los leí y releí con voracidad hasta que podía repetir páginas enteras de memoria. Y sin embargo, no sabía nada de sexo. Nada, por más que un fraile de los que nos daba clase, me pillara en una falta de un profesor, explicando a toda la clase ¡las glándulas de Bartolino! Se dirán ustedes que tiene que ver las lecturas de un adolescente rijoso en la España de la noche de los tiempos con la masonería y no me queda otra que darles la razón: nada. Absolutamente nada. En realidad solo quería demostrar que se puede haber leído mucho de un tema, sabérselo de memoria, repetirlo hasta con soltura y no tener ni idea de qué se está hablando.

Y viene a cuento de que en demasiadas ocasiones, asistimos a lecciones magistrales de “expertos” en masonería que me dejan dudas, demasiadas dudas sobre lo que estoy leyendo. Por suerte para mi, que aún conservo parcialmente el vicio de la lectura indiscriminada, un maestro veterano me apartó a tiempo de perderme en lecturas sin más sentido que encontrarme de vez en vez con expresiones masónicas, reproducciones de rituales o referencias a grandes masonas y masones de la historia. Le pregunté por un texto de 1826 que estaba leyendo y no era capaz a comprender, y me dijo amablemente que no perdiera el tiempo, que eso no era masonería, sino masonolgía y poco me iba a aportar. Tuvo la deferencia además, de recomendarme unos pocos pero doctos libros y me ahorró un montón de conflictos internos, problemas inexistentes y caminos que no llevan a ninguna parte. Además, tengo el problema de ser historiador y muy seguidor de Marc Bloch y su escuela de Annales, por lo que cada vez que tengo que acercarme a un documento masónico, suelo aplicar aquellos consejos del maestro: procurar entender qué es el documento, cuándo se escribe, quien lo hace y no olvidar nunca la mentalidad y las razones del que lo escribe para evitar que nos la cuelen.

Suele ocurrir al hacer esto aplicado a los documentos masónicos, que en más de una, dos y muchas ocasiones, nos tropezamos con masonólogos capaces de repetir listas de masones de hace doscientos años, señaladores de hitos que nadie recuerda o necesita, pero que le atribuyen o se atribuyen el concepto de Historiador de la Masonería, así en letras mayúsculas. Y ocurre que cien o doscientos años después de que el masonólogo en cuestión haya vertido sus datos, repetido lo repetido en centenares de libros anteriores, viene el buen investigador dispuesto a desentrañar cualquiera de las dudas que el pasado nos deja, y todo lo que tiene a mano, y en lo que puede creer, son esos documentos tantas veces repetidos, que a fuer de serlo, acaban vendiéndose como verdaderos.

Hace nada, la logia la que pertenezco, gracias al esfuerzo y al trabajo de un@s cuant@s herman@s conseguimos inaugurar un humilde monumento en forma de piedra tallada, en el cual incluimos una leyenda para recordar los doce años desde que la Logia se fundó en Oviedo, y mucho me temo, que el tiempo será inclemente con este modesto recuerdo como lo es con casi todo. Dentro de cien, ciento cincuenta o doscientos años, es posible, que algún/a masón/a del futuro pretenda recuperar en alguna forma el principio de los tiempos en esta ciudad, y es muy posible que del monumento no quede más recuerdo que lo que se haya podido conservar en algún archivo. Y como me gustaría ayudar de alguna manera a que el olvido no nos arrastre hasta el limo de la pequeña historia, reproduzco aquí la leyenda impresa sobre la piedra EN RECUERDO DE LA APERTURA DE LA LOGIA N.º 1850, PROGRESO/ EL 10 DE COTUBRE DE 2006/ PRIMERA LOGIA MIXTA ASENTADA EN LA CIUDAD DE OVIEDO.

Como ven, nada de otro mundo, nada pretencioso, solo la voluntad de mostrar al mundo que estamos aquí, que estamos desde hace doce años -que no es moco de pavo- que pretendemos seguir mientras sea posible, que somos una logia mixta (no una logia que admite mujeres, sino mixta desde el principio, con el objetivo definido en el primer artículo de la Constitución Internacional de luchar por la Igualdad entre hombres y mujeres), que está asentada en Oviedo, es decir que geográficamente estamos adscritos al Oriente de Oviedo, pero también , y de ahí asentada, que ya llevamos un recorrido a nuestras espaldas que nos hace creer en la permanencia, y fácilmente deducible, que pertenecemos a una Orden Internacional en la cual estamos incardinados con unos rituales y reglamentos reconocidos y reconocibles.

Nada de otro mundo, repito. Eso sí, por cosas de la vida y las casualidades, la primera de España que inaugura un monumento por muy humilde que sea en un espacio público, lo cual, hay que agradecer a la ciudad de Oviedo y a su equipo de gobierno que nos permitió salir a la luz pública. Ya ven, pocas cosas, y con la importancia que se les quiera dar, pero si el historiador del futuro, es seguidor de Annales, que sepa que nuestra mentalidad era la de crecer en la modestia, darnos a conocer, permanecer… nada que ver con colgarse medallas o pretender que a alguno con nombre propio se le reconozca nada más allá de la enorme satisfacción y el agradecimiento que sentimos tod@ l@s Herman@s de la logia a los que sabemos que con su trabajo lo hicieron posible.

Lau de Uve